¿Cuál es la copa ideal para beber vino?

 

¿Si te preguntasen qué factores influyen más al servir y al degustar un vino qué dirías?

La temperatura a la que se encuentra, el decantador que se utiliza o el tipo de corcho con el que se sella el preciado líquido dentro de la botella, seguramente, serían tus primeras respuestas. Pero hay otro elemento que no tiene nada que ver ni con el vino ni con el envase y que es muy importante: la copa en la que se deposita.

Realmente disfrutar del vino no es sencillo, se requiere una activación de todos los sentidos que no siempre puede estar disponible. Ya sabes que hay días buenos, malos y menos malos. Pero aunque sea el día idóneo, con la compañía perfecta y las condiciones adecuadas de conservación del vino si la herramienta con la que nos lo llevamos a la boca falla todo se desmorona como un castillo de naipes. La copa es esencial.

No queremos ser pretenciosos y, como es obvio, una buena copa no hace milagros. Convertir el agua en vino es complicado y los milagros quedan al alcance de otros. Lo que queremos decir es que si tienes la copa adecuada para cada tipo de caldo éste aumentará exponencialmente todas sus virtudes.

Ya sabemos que un buen amante del vino tiene su bodega repleta de diferentes variedades vinícolas (un consejo: cualquiera de las que tenemos en Ponte da Boga es sencillamente perfecta) y, como la economía actualmente no da para florituras, es complicado disponer en nuestros hogares de la copa perfecta que casa con cada una de esas variedades. Tranquilos, existen una serie de estándares que forman la copa ideal:

  • Debe ser de cristal:

    De alta calidad y, a ser posible, extremadamente fino (alrededor de un milímetro es la medida ideal). Además de lo cómodo que resulta beber de este tipo de material el cristal evitará que se alteren las características del vino. Evita adornos innecesarios, en este caso la sencillez es un grado.

 

  • El tallo

    Es un elemento fundamental: funciona como punto de equilibrio de la copa y nos permite sujetarla sin tocar la parte superior donde descansa nuestro amado caldo. ¿No queremos calentarlo con nuestras manos verdad? Eso sí, cuando agarres la copa por el tallo intenta no ser brusco al apoyarla en la mesa si no quieres ver el vino y los cristales desparramados por el suelo.

 

  • La apertura:

    La copa ideal debe contar con una forma ahuevada, con su parte superior más estrecha que el cuerpo. Esto permitirá que podamos la podamos agitar sin peligro para que el vino desprenda todos sus aromas.

A pesar de que esta copa ideal sería la adecuada para incorporar a nuestra bodega también podemos optar por especializar algo más el inventario y simplemente incorporar una copa para cada tipo de vino:

 

  • Tintos:

    Las más conocidas tienen nombre propio, ‘Burdeos’ y ‘Borgoña’. Ambas se parecen en su estructura aunque la primera es más alta y la segunda posee un cuerpo más grande.

 

  • Blancos:

    Suelen ser más pequeñas y estrechas que las que se utilizan para el vino tinto. Son más rectas y estilizadas ya que su forma permite mantener fresco el vino durante más tiempo. Aún así, dentro de este tipo de copas hay muchas variedades.

Como os estamos diciendo, la copa es un elemento esencial y es importante mimarla y cuidarla. Tranquilos, en este caso solo os estamos hablando de lavarla. Para ello utilizaremos un jabón suave y no las secaremos a mano si no que las dejaremos escurrir boca abajo.

Seguramente la opción más económica y práctica sea la de introducir en tu hogar esa copa ideal de la que os hemos hablado pero si eres un catador experto puede que tu paladar note la diferencia y pronto te exija que renueves tu armario y tomes el vino tinto con su propia copa y el blanco con la que más se adapta a sus características. Esperamos haberos ayudado a resolver ese bendito problema.